ESPECIAL DE FIN DE AÑO: ENCUESTA GDA PERSONAJES Y NOTICIAS 2014
Arturo Valenzuela*
Arturo Valenzuela*
El histórico anuncio de los
presidentes Barack Obama y Raúl Castro de que han acordado emprender un dialogo
con vistas a normalizar las relaciones diplomáticas promete acabar con uno de
los últimos rezagos de la Guerra Fría y abre camino no sólo para reeditar la relación
bilateral, sino para recalibrar el sistema interamericano en búsqueda de un
mayor consenso y cooperación en beneficio de todos los habitantes de las
Américas. Con ello el presidente Obama reiteró los pilares fundamentales de su
política exterior que privilegia el dialogo aún con países con los cuales
Estados Unidos puede tener profundas diferencias, que promueve el
multilateralismo en la solución de problemas globales, y que busca fortalecer
la democracia, los derechos humanos, y la prosperidad con reglas claras y
transparentes acordes al estado de derecho.
Además de anunciar la intención de
restablecer sedes diplomáticas, el presidente Obama autorizó una serie de
cambios administrativos que profundizan las medidas tomadas en su primer
gobierno que permiten una mayor interlocución entre elementos de la sociedad
civil y del sector privado estadounidense con sus contrapartes en Cuba en
actividades educacionales, culturales, deportivas y comerciales en apoyo del
incipiente sector privado cubano.
Los defensores del embargo en Washington
de inmediato fustigaron al presidente por entregarle premios inmerecidos a un
gobierno totalitario cuando precisamente se encuentra frente a una de las
peores crisis económicas de su historia.
La Casa Blanca rechaza tajantemente esa critica, subrayando que es Estados
Unidos el que se encuentra aislado internacionalmente al mantener un embargo
que se considera un anacronismo, cuando el país tiene relaciones diplomáticas
con países como Vietnam. Es precisamente
la política de aislamiento que le ha
permitido al régimen cubano ejercer un dominio sobre la ciudadanía. Una política
diferente, que incentiva una mayor interlocución de la sociedad civil cubana con
aquella de un enorme país a 150 kilómetros de distancia, inevitablemente
ayudaría a incentivar la formación de una sociedad civil más autónoma, capaz de
exigir sus derechos frente al estado.
Curiosamente los ‘duros’ en
Washington tienen sus contrapartes en La Habana que entienden muy bien que una
política de mayor acercamiento entre las sociedades civiles de ambos países a
la larga podría privarles del monopolio que tienen del poder. Incluso en las conversaciones secretas que
precedieron el dramático anuncio del 17 de diciembre, La Habana se resistió a considerar
la normalización diplomática como tema de discusión. Por otro lado es difícil pensar que Obama vaya
a poder convencer a un Congreso en manos de Republicanos de levantar el
embargo—tema que muchos querrán usar como plataforma de campaña con la esperanza
de que les ayude a recuperar la presidencia.
No está claro que esa estrategia les beneficie. Aun en la Florida una mayoría de los cubano-americanos
apoyan un levantamiento del embargo.
¿Y por
ultimo, después de un generalizado apoyo en las capitales de América Latina a
la iniciativa anunciada en Washington y en La Habana, habrá una apoyo
constructivo por parte de los otros países americanos para que ésta se pueda
concretarse y prosperar? No cabe duda
ahora que la próxima Cumbre de las Américas en Panamá (abril 2015) se va a
realizar. Estados Unidos ha señalado
claramente que no vetaría la asistencia de Cuba y que está dispuesto a sentarse
en la misma mesa con Raúl Castro para discutir los desafíos comunes de las Américas.
¿Pero qué de los compromisos de los países con la democracia y los derechos
humanos, valores consagrados en instrumentos ratificados por la OEA y el
Mercosur? ¿Podrá normalizarse del todo la relación con un país que no permite
elecciones libres, libertad de prensa, y autonomía de la sociedad civil? ¿Al
despejarse los remanentes de la Guerra Fría, no habrá que buscar cómo
fortalecer aquellos valores que se perdieron durante ese período?.
*Arturo
Valenzuela, fue subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental en el primer
gobierno del presidente Barak Obama, donde le correspondió entre otros temas la
relación con Cuba. Fundador y Director hasta el 2011 del Centro de Estudios
Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown, ejerce hoy como Asesor
Internacional de Covington, una firma global de abogados con sede principal en
Washington, D.C.