ESPECIAL DE FIN DE
AÑO: ENCUESTA GDA PERSONAJES Y NOTICIAS 2014
Javier Silva Herrera
El Tiempo/Colombia/GDA
Uno de los anuncios más gratos, optimistas y a la
vez históricos de este año, frente a lo que puede llegar a ser el combate
decisivo de la humanidad frente al cambio climático, lo hicieron los gobiernos
de China y Estados Unidos en junio pasado.
De un lado, la Agencia de Protección Ambiental de Estados
Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) anunció que, para el 2025, el país más
poderoso del mundo intentará reducir entre un 26 y el 28 por ciento las
emisiones de dióxido de carbono, con respecto a los niveles que se producían y
lanzaban a la atmósfera en el 2005. La propuesta está sujeta a que los 52
estados de la unión presenten planes hasta el 2017, en los que demuestren cómo
cumplirían este objetivo, principalmente para cambiar la producción de
electricidad con alternativas renovables, dejando a un lado, y poco a poco, el
uso del carbón.
Por su parte, China quiso ir más allá. Según voceros
gubernamentales, la nación más poblada del mundo limitará a cero el crecimiento
de su contaminación para el 2030. Ese mismo año, además, generará al
menos un 20 por ciento de su energía con alternativas renovables como la eólica
o la solar.
Como entre las dos naciones emiten casi la mitad de los
gases de efecto invernadero del globo, según lo explica el Panel
Intergubernamental para el Cambio Climático de la ONU (IPCC) el anuncio,
oficializado en noviembre durante la cumbre Asia-Pacífico celebrada en Beijing,
adquiere una comprensiva trascendencia .
"El diablo se esconde muchas veces entre los
números", como lo explica el analista colombiano de la Universidad del
Rosario y experto en cambio climático, Manuel Guzmán Hennessey, al
analizar esta decisión. Según él, poner el año 2005 como referencia
para bajar la contaminación no es justo, en el caso de Estados Unidos. No solo
porque en ese momento era de 7 mil gigatoneladas y al proponer
reducirla en un 28 por ciento es como regresar a los compromisos de 1992.
Sino porque esas metas podrían ser mucho mayores.
"La proposición china tampoco es ambiciosa, ya que
en 2030 este país generará el triple de las emisiones actuales, de manera que
anunciar hoy que producirá un 20 por ciento de su energía con renovables,
el intento termina siendo menor, decepcionante y poco impactante", dice
Guzmán Hennessey.
Sin embargo, y a pesar del escepticismo que muchos ven
frente a sus propuestas, en ambos casos, y así sean planes en ejecución y
muestren una buena dosis de eventualidad (principalmente en el caso
estadounidense, ya que estas sobrevivirán solo si el sucesor de Obama
resulta ser otro demócrata), al menos plantean un giro optimista, de cara al
reto de domar un clima asentado en la hostilidad.
Los dos países más poderosos comienzan a darle ejemplo al
mundo con pactos llamativos. Insensatos en otras épocas, cuando se negaban
a firmar cualquier compromiso (el Congreso de Estados Unidos nunca ratificó el
Protocolo de Kioto, por ejemplo) y destacados por su indiferencia ante un
fenómeno climático sin objeciones, según la comunidad científica, ahora son naciones
que lanzan planes de mitigación con los que, además, envían dos mensajes
claros.
"De un lado, que las negociaciones internacionales
sobre cambio climático, que lidera la Organización de las Naciones Unidas y que
buscan que se firme un acuerdo global definitivo contra este fenómeno en París
(Francia), en el 2015 –para que entre a regir en el 2020 y el aumento
de la temperatura promedio de la Tierra no supere los dos grados– podrían
comenzar a ver resultados concretos y un puerto seguro, esto después de las
múltiples tormentas, fracasos y decepciones que se tomaron las reuniones
anuales de Copenhague (Dinamarca), Cancún (México), Durban (Sudáfrica), Doha
(Catar) y Varsovia (Polonia), por nombrar las más recientes", dice Mauro
Fernández, coordinador de la campaña de clima y energía de Greenpeace.
Y por otro lado, dan señales de que si por alguna razón
ese consenso global no se logra, una buena vía será la aplicación de esfuerzos
individuales, o al menos regionales, para que, como en un efecto dominó, las
buenas intenciones se reproduzcan para encarar los niveles del mar más elevados
o las ya frecuentes lluvias desatadas. "Porque el hecho de que China,
que hoy lidera el ranking de emisiones contaminantes; y Estados Unidos, el
segundo mayor emisor de dióxido de carbono a la atmósfera (y donde una cuarta
parte de la población cree que el cambio climático no es real, según la
Universidad de Yale) se muevan a ser más ‘verdes’, debe impulsar a más de
un Estado a seguir el ejemplo", agregó por su parte Ricardo Lozano,
exdirector del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios
Ambientales (ideam).
Lo que sí llama la atención es que el reciente acuerdo de
la Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas que terminó el sábado en
Lima, la capital peruana (COP 20), parece haber sido construido para complacer
a ambas potencias: porque ‘La llamada a la acción de Lima’, como fue bautizado
el texto aprobado, definió que para el primero de octubre del próximo año todos
los países deberán presentar compromisos de reducción de gases invernadero
"cuantificables y ambiciosos", que sean a su vez la base del
acuerdo parisino. Pareciera que Estados Unidos y China se sabían las
preguntas del 'examen limeño' y se anticiparon a responderlo, o presionaron
para que los compromisos adquiridos, entre otras cosas de afán y dejando por
fuera muchos temas sensibles, se ajustaran a sus pretensiones. En todo caso, la
humanidad queda a la espera de que estos propósitos sean sólo la base
y no el techo de sus acciones conjuntas.